jueves, 1 de marzo de 2012

CONTINUANDO EL RELATO DE JESUS

El desprecio expresado a los sacerdotes por los “ángeles bíblicos” en relación a los métodos humanos de concepción aparentemente se basa en un mero interés práctico para asegurar una buena cría. Sin embargo, esto fue tomado muy a pecho por los sacerdotes antiguos y pasó a ser un elemento principal de muchas religiones monoteístas.

En los días bíblicos, los seres humanos eran también ampliamente conocidos por pecaminosos, lo cual justificaba el tratamiento humano bárbaro sufrido de manos de sus “ángeles” y de su “Dios” custodio.
Extendiendo este concepto del pecado a los métodos humanos de procreación, cada persona concebida mediante la relación sexual humana nacería en pecado y por lo tanto espiritualmente condenado. ¡Qué tremendo dilema creó esto!
Cada vez que un hombre y una mujer daban nacimiento a un niño, automáticamente estaban condenando a un ser espiritual; aunque los instintos humanos que producen niños son muy poderosos. La enseñanza religiosa de la condenación espiritual automática como consecuencia de la procreación, generó un conflicto de poder entre el camino para lograr la libertad espiritual y el camino físico para la reproducción. El resultado fue una intensa ansiedad sobre la materia del sexo y un incremento en la actividad sexual no reproductiva tales como: la homosexualidad, el auto-erotismo, las formas de relaciones sexuales no procreativas, la pornografía, el voyeurismo y el aborto.

La ironía de esto es clara. Aquellas religiones que más fuertemente han condenado el “pecado inherente” en todos los seres humanos han sido también aquellas que se han opuesto más verbalmente al sexo no reproductivo.

Estas enseñanzas tuvieron otro efecto importante: ellas ayudan a reducir la resistencia humana a comprometerse en la guerra. Es más fácil para una persona religiosa matar a alguien si él cree que la víctima es inherentemente pecadora.

Afortunadamente, la mayoría de la gente hoy en día, no cree más que esta concepción humana sea innatamente pecadora, incluyendo a la mayoría del clero. Si alguna cosa, da nacimiento a niños es vista como un acontecimiento de felicidad y eso es todo. A pesar de esto, encontramos todavía algunas de las viejas ideas fijas. Un pequeño número de filósofos, psiquiatras, líderes religiosos y sociólogos continúa proclamando que los seres humanos son inherentemente “malos” o “malvados”, sea en el terreno religioso o ”científico”. Esto contribuye poco a nuestra cultura excepto que mantiene viva la guerra y la ansiedad sexual.

Después de la experiencia de María con el ángel, José viajó desde su hogar en Belén para recoger a María en Galilea. Para su desilusión, José descubrió que su joven tenía ya varios meses embarazada. Pensando que María había cometido adulterio, José hizo los preparativos para abandonarla. Un ángel intervino y convenció a José de que María era todavía virgen. José se quedó con María en Galilea hasta su noveno mes de embarazo. En el noveno mes, José y María salieron para el hogar de José en Belén para que pariera el niño allí.

De acuerdo a la Apócrifa, la pareja no alcanzó a llegar a tiempo al hogar de José. María comenzó la labor de parto cerca de las afueras de Belén y había que localizar un refugio para ella inmediatamente. Lo que ella encontró fue una cueva. En la cueva nació el niño Jesús:
“Y cuando ellos venían por la cueva, María confesó a José que su tiempo de dar a luz había llegado, y ella no podía llegar a la ciudad y dijo: Vamos a entrar en esa cueva.

Estaba el sol llegando al ocaso. Pero José se apuró de tal forma que él pudiese encontrar una partera y cuando vio a una vieja mujer hebrea que era de Jerusalén, le dijo: Por favor, ven acá buena mujer, y vamos a la cueva y allí verás a una mujer dando a luz. Fue después del ocaso, cuando José y la vieja mujer llegaron a la cueva y ambos entraron. Y miraron, y estaba todo lleno con luces, más grandes que las luces de una lámpara y de los candelabros, y más grandes que la luz del mismo sol. El niño estaba entonces arropado en suaves telas y mamando el pecho de su madre, Santa María “.

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