viernes, 16 de marzo de 2012

...CONTINUANDO CON JUAN Y SU APOCALIPSIS

El libro de la Revelación está escrito en una forma maravillosamente pintoresca. Está lleno de un simbolismo complejo o imaginativo. Motivado a que las imágenes reveladas a Juan eran símbolos, la Revelación puede usarse para predecir un inminente “Fin del Mundo” en casi cualquier época histórica. La profecía está construida de forma tal que los símbolos pueden ser interpretados para representar cualquiera de los eventos históricos que suceden en el tiempo que uno vive.
Esto es lo que se ha hecho precisamente con la Revelación desde que apareció y todavía hoy se está haciendo.

La pregunta es, ¿qué causó las “visiones” del autor? ¿Era él un lunático? ¿Un propenso a narrar cuentos? ¿O era algo más? El autor parece sincero lo suficiente para descartar el engaño. La forma sencilla de su narración tiende a eliminar la locura como respuesta. Esta deja algo más. La cuestión es que analizando el texto de la Revelación, descubrimos algunas cosas bastante curiosas. Parece que el autor realmente había sido drogado y, mientras permanecía en estado drogado, le fueron señaladas imágenes en un libro por individuos que vestían trajes y montando una ceremonia para el beneficio del autor.

Busquemos en los pasajes de la Revelación que sugieren esto.

Juan comienza su historia hablándonos que él se encontraba orando. En una
descripción adicional, parece que estaba realizando su ritual al aire libre durante las horas diurnas. Repentinamente, una voz grave resonó detrás. La voz le ordenó escribir todo lo que vio y oyó, y enviar el mensaje a las siete iglesias cristianas en Asia (Turquía).
Juan dio vuelta para ver quién era que le estaba hablando y, he aquí que percibió lo que creyó ser un candelabro de siete velas. Parado entre el candelabro estaba una persona que el autor describió así:

“… una persona que se parecía al Hijo del hombre (Jesús), cubierto con una prenda hasta los pies, y portando alrededor de su pecho una faja dorada.
Su cabeza y sus cabellos eran blancos como lana, tan blancos como la nieve; y sus ojos eran como lenguas de fuego.
Y sus pies eran como plata fina, como si ardieran en un horno; y su voz era como el sonido de un río caudaloso.
Y él llevaba en su mano derecha siete estrellas; y salía de su boca una espada aguda de doble filo; y su apariencia era como el sol brillante en su resplandor.
Y cuando lo miré, caí a sus pies como muerto. Y él puso su mano derecha sobre mí…

REVELACION 1 : 13 – 17
Hay estricta semejanza entre este “nuevo” Jesús y los “ángeles” de la era espacial de las antiguas historias bíblicas. El profeta Ezequiel por ejemplo: también hubo encontrado visitantes con pies plateados incandescentes. El pasaje anterior de la Revelación sugiere que el Jesús de Juan puede haber estado uniformado con un traje de una sola pieza que se extendía desde el cuello hasta los pies y que era plateado o portando botas plateadas.

El hecho de que el autor confunde a esta criatura con Jesús puede ser bastante evidente ya que el autor no era Juan el discípulo original de Jesús. Sin embargo, por conveniencia se continuará refiriéndose como Juan el autor de la Revelación.

La cabeza de la criatura fue descrita “tan blanca como la lana, tan blanca como la nieve”, indicando una cubierta artificial de la cabeza o un casco protector. La afirmación de Juan que esta criatura tenía una voz “como el sonido de un río caudaloso”, es decir, como un ruido sordo y ensordecedor, es también una reminiscencia de los ángeles de Ezequiel y pudo haber sido causado por el estruendo de máquinas cercanas o por amplificación electrónica de la voz de la criatura.
La “espada de doble filo” brotando de la boca de la criatura sugiere fácilmente un micrófono o tubo respiratorio.

Después que Juan recuperó su compostura, “Jesús’ le ordenó escribir las misivas que quería enviar a varias iglesias cristianas. Aquellas cartas constituyen los primeros tres capítulos de la Revelación. La fase más interesante de la experiencia de Juan comienza entonces en el capítulo 4:
“ … tuve una visión , y vi una puerta abierta en el cielo, y la voz aquella primera que había oído como de trompeta me hablaba y decía: sube acá y te mostraré las cosas que han de acaecer después de éstas. Al instante fui arrebatado en espíritu, y vi un trono colocado en medio del cielo, y sobre el trono, uno sentado. El que estaba sentado parecía semejante a la piedra de jaspe y a la sardónica, y el arco iris que rodeaba el trono parecía semejante a una esmeralda. Alrededor del trono vi otros veinticuatro tronos, y sobre los tronos estaban sentados veinticuatro ancianos, vestidos de vestiduras blancas y con coronas de oro sobre sus cabezas. Y salían del trono relámpagos y voces, y truenos, y siete lámparas de fuego ardían delante del trono, que eran los siete espíritus de Dios. Y delante del trono había como un mar de vidrio semejante al cristal, y en medio del trono y en rededor de él, cuatro vivientes, llenos de ojos por delante y por detrás. “

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