En una civilización global tal como la nuestra, donde el conocimiento espiritual y la
libertad parecen haber sido adulterados, obviamente podría existir una oportunidad para que alguien desarrollase un comprensible y útil cuerpo de conocimiento acerca del espíritu y sus relaciones con el universo.
Porque el verificable fenómeno espiritual parece ser consistente de persona a persona y de tiempo en tiempo, y es probable que todas las realidades espirituales se hallen asentadas en leyes y axiomas como la Astronomía o la Física.
Si alguien se dedicara a descubrir y metódicamente desarrollar esas leyes y axiomas, estaría haciendo un gran servicio. Tales descubrimientos abrirían una completa y nueva ciencia. ¿ La persona que haga esto sería un Mesías ?
Las promesas de un “Mesías” se han sucedido en muchas religiones, sean ellas Maverick o Custodias. La palabra Mesías ha tomado varios significados; desde simplemente “maestro” hasta “libertador”. Un Mesías podría ser alguien; desde una persona que desarrolla una ciencia exitosa del espíritu hasta alguien que es en realidad capaz de liberar espiritualmente a la raza humana.
A lo largo de la historia han habido miles de gente declarando ser un “Mesías”, u otros le han dado ese título sin que ellos lo hayan reclamado para sí. Tales declaraciones mesiánicas se basan con frecuencia en profecías registradas muy temprano en la historia, tales como la leyenda del Mettaya budista, la profecía de la Segunda Venida del libro de la Revelación, la enseñanza apocalíptica de Zoroastro o las profecías hebreas. Mucha gente ve todas esas declaraciones mesiánicas con absoluto escepticismo; otros se convierten en ávidos seguidores de un líder en quien ellos creen ver la realización de una profecía religiosa.
Esto plantea la siguiente pregunta: ¿Allí siempre ha estado o estará un genuino líder? ¿Cómo podría uno identificar tal persona?
Cualquiera que desarrolle una ciencia funcional del espíritu podría legítimamente reclamar el título de “Mesías” en el sentido de un “maestro”. No hay nada místico o apocalíptico en esto. Una persona hace algunos descubrimientos y los comparte. Si esos conocimientos llegan a ser extensamente conocidos y resultan en una amplia salvación espiritual, entonces entramos en el reino de un “libertador” o de un “Mesías profetizado”.
¿Cómo identificamos a tal libertador cuando existen tantas profecías diferentes con tantas maneras de interpretarlas?
La respuesta es simple: el libertador tendrá que haber triunfado. Esta persona debe ganarse el título; este no es dado por Dios.
Esta es una manera terriblemente fría e inflexible de mirar esto. Esto le quita el ropaje de magia y misticismo que normalmente se asocia a la profecía mesiánica. Fuerza a cualquier persona que reclame el título de Mesías a realmente traer la paz y la salvación espiritual ya que una profecía tal no llega a ser falsificada a menos que alguien la cause.
Esto obliga al susodicho libertador a superar totalmente los abrumadores obstáculos que actúan contra esa meta universal. Esta es una de las más inenvidiables tareas que persona alguna pudiese esperar asumir. Solamente necesitamos ver a los “libertadores” del pasado para apreciar el largo y duro camino que tales personas deben atravesar. Hasta la fecha, ninguno ha triunfado, pero ciertamente es un desafío digno de los mejores talentos.
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