Chamberlain permaneció como huésped del Emperador en el Palacio de Postdam donde llegó a ser un mentor espiritual para el Káiser. Las ideas místicas abrazadas por Chamberlain hicieron mucho para empujar al Káiser y a otros líderes alemanes dentro de la megalomanía que causó la Primera Guerra Mundial.
Propiamente la I Guerra Mundial fue desencadenada por el asesinato del Archiduque austriaco Franz Ferdinand, (Francisco Fernando), presunto heredero del trono de Austria. El y su esposa, la Duquesa Sofía, fueron abaleados el 28 de Junio de 1914 en Sarajevo por asesinos serbios pertenecientes a una sociedad secreta oculta llamada la Mano Negra. Una reacción política en cadena siguió al asesinato, y la I Guerra Mundial fue declarada cuando el Jefe del Estado Mayor alemán, General Helmuth von Moltke, él mismo, un místico, aunque para algunos relatos , sólo un fanático como el Kaiser acerca del destino alemán, ordenó la movilización militar total, seguida por una invasión a Francia el 1 de Agosto de 1914.
Los miembros de la red mística, una vez más, habían comenzado una guerra brutal y sin sentido.
Hay otra historia de la I Guerra Mundial bastante admitida y que trata del cuento de una extraña tregua.
Este cuento fue relatado en la revista “Parade” por el equipo de escritores de Irving Wallace, —David Wallichinsky y Amy Wallace en su columna “Significado”.
He aquí la historia escrita por ellos:
“En medio de los horrores de la I Guerra Mundial sucedió una sola tregua por unas
pocas horas cuando los enemigos se comportaron como hermanos.
En la Navidad de 1914 había quietud en todo el Frente Occidental de Francia; desde el Canal de la Mancha hasta los Alpes Suizos. Las trincheras estaban a 80 Km., de París. La guerra tenía apenas cinco meses de haber comenzado y ya habían aproximadamente 800.000 hombres entre heridos y muertos. Cada soldado se preguntaba si el Día de Navidad traería otro ciclo de fuego y muerte. Pero sucedió algo: los soldados británicos elevaron sus pancartas de “Feliz Navidad” y pronto se oyeron villancicos desde las trincheras alemanas y británicas simultáneamente.
Amaneció la Navidad con soldados dejando sus trincheras y oficiales tratando inútilmente de parar a sus tropas de reunirse con el enemigo en medio de la tierra de nadie para cantar y conversar. Intercambiaron pequeños regalos, la mayoría golosinas y cigarrillos, pasaron el Día de Navidad pacíficamente a lo largo de los kilómetros del frente de batalla.
Ravenscroft, Trevor, The Spear of Destiny (York Beach, Samuel Weiser, Inc., 1973), p. 116.
En un sitio, los británicos jugaron al football con los alemanes, quienes ganaron el partido 3 x 2.
En algunos lugares, la tregua espontánea continuó el día siguiente, ningún lado deseando disparar el primer tiro. Finalmente la guerra se reinició al llegar tropas frescas y cuando el alto mando de ambos ejércitos ordenó que cualquier “entendimiento informal” con el enemigo sería castigado como traición”.
Lo relatado aquí es otro de aquellos pequeños pero significativos episodios que revelan a los seres humanos aparentemente no inclinados por naturaleza a la guerra. Dadle la oportunidad y ellos depondrán sus armas y se comprometerán en propósitos más alegres y constructivos. Lo que causaba que esos soldados volvieran a combatir era las presiones de una estructura social artificial surgida de muchos de los factores que describen la naturaleza humana.
Uno de los más grandes acontecimientos de la Primera Guerra Mundial fue la Revolución Bolchevique en Rusia el año 1917. Esta fue la revolución que convirtió a Rusia en la nación comunista que conocimos en la mayor parte del siglo XX. La revolución ocurrió un año antes del fin de la Primera Guerra Mundial. Fue dirigida en gran parte por Vladimir Ilych Ulyanov, quien fue mejor conocido por su nombre de código: Lenin.
En el tiempo de la revolución, Rusia era una nación enemiga de Alemania. La ferocidad de la Primera Guerra Mundial había despertado en el pueblo ruso un fuerte sentimiento anti-alemán. Los opositores al Bolchevismo fueron hábiles para usar este sentimiento contra los bolcheviques acusando a Lenin de ser un agente alemán. En algún grado, esta acusación era verdad. Sir Winston Churchill, primer ministro de Gran Bretaña durante la segunda Guerra Mundial, escribió:
“Ellos, (los alemanes), transportaron a Lenin en un tren blindado, como el bacilo de una plaga, desde Suiza hasta Rusia”. Churchill se refería al tren en el cual Lenin y su entorno, viajó desde su cuartel revolucionario en Suiza a través de Alemania hasta Rusia con el fin de ponerse al frente de la revolución que recién había estallado.
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