Rememoro al líder de la revolución bolchevique trayendo a colación una expresión suya: “Los capitalistas están tan desesperados por hacer negocios, que son capaces de vendernos la soga con la que los vamos a colgar”. Lenin plasmaba con acierto esa conducta irracional de algunos empresarios que son capaces de vender su propia alma al diablo si ello redunda en un beneficio.
Nadie se imaginaba entonces que el presidente de Venezuela sería capaz de “colgar” a gente de la nueva elite económica que había sido clave para sostener al gobierno revolucionario. No los colgó por corruptos, eso debe quedar bien claro. Lo hizo porque ya cumplieron su papel en el proceso, los utilizaron y luego los desecharon.
La red de corruptela fue organizada por el propio gobierno. El caso de Ricardo Fernández Berruecos es el mejor ejemplo. Fue el gobierno el que le financió la plataforma de distribución de alimentos y luego se la expropio. También fueron los bancos estatales los que le prestaron parte del dinero a Fernández para reflotar los bancos intervenidos, y luego lo imputaron como delincuente.
Detrás de todo esto anda rondando el plan de estatización de la banca. Desde los mismos depósitos del gobierno es que se ha financiado la compra o creación de nuevos bancos y aseguradoras. Sus empresarios son gente provenientes de las filas del PSUV. El papel de estos, ha sido servirle la mesa al gobierno para ampliar su poder.
El presidente le viene vendiendo la idea al pueblo de que la banca revolucionaria es para servirle mejor a los más necesitados, ofrece mayores tasas de interés y dice que los privados no cumplen con el crédito. Aunque las cifras dicen todo lo contrario, el gobierno destina menos del 30% de sus depósitos al crédito mientras el resto lo invierte en bonos, en tanto que la banca privada destina al préstamo 63%.
Para nadie es un secreto que la banca oficial es la que tiene la mayor cartera de crédito demorada. Solo recuperan un pequeño porcentaje de lo que prestan, y agregado a la poca o ninguna regulación que existe sobre esas entidades, el resultado es la pérdida patrimonial que sufren todos esos bancos.
¿Quién paga eso? Todo el pueblo venezolano. Lo que no entiende el presidente es que ese dinero no es de él. Toda estatización que emprenda el gobierno en adelante será un nuevo desangre económico para el país.
Volviendo al punto de inicio de la nota, de lo que se trata es que estos nuevos sectores económicos, por más chavistas que sean, también serán colgados, porque el único propietario que al presidente le interesa fortalecer es al poder del estado, es decir, al poder presidencial.
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