La cultura occidental moderna parece estar muy interesada en la práctica conocida como la “psiquiatría científica”. Hay mucha gente buena trabajando en psiquiatría, aunque el campo de la profesión como un todo se ha vuelto increíblemente politizado debido a que muchos gobiernos lo emplean en una variedad de escenarios, y este uso, ha promovido una visión estrictamente materialista de la práctica. Lamentablemente la psiquiatría moderna ha destruido el último vestigio de la realidad espiritual, reconocido hasta por Marx.
Para comprender este cambio de rumbo, vamos a dar un breve vistazo a la historia de la psiquiatría científica.
Los esfuerzos por curar a la gente de aflicción mental son tan viejos como la historia misma. Hasta los antiguos griegos y romanos se remontan muchos de los orígenes de la psiquiatría moderna. Hace más de dos mil años el médico griego Hipócrates (aproximadamente 400 AC), clasificó en varios tipos a la enfermedad mental y rechazó la noción popular que afirmaba que la enfermedad mental era causada por la ira de los dioses o por la posesión demoníaca. En la antigua Roma, el médico Galeno, (siglo II DC), fue uno de los primeros en teorizar sobre una conexión entre el cerebro y la función mental. Después de Galeno, volvió a retroceder la psicología occidental y por muchos siglos se mantuvo de nuevo creyendo en demonios y hechizos.
Es posible que el más importante avance de la psiquiatría sucedió en Austria. Entre los años 1880 y 1882, el médico vienés José Breuer descubrió que se podía curar a una joven que sufría de histeria severa haciendo que recordara y reviviera bajo hipnosis un incidente traumático de su pasado. Los síntomas desaparecieron para siempre.
El Dr. Breuer había descubierto que realmente una persona se podía curar de la enfermedad mental simplemente mediante la acción de recordar y confrontar incidentes del pasado que habían permanecido escondidos a la memoria conciente y que sin la ayuda de un terapista no salían a la luz. De alguna forma, el sufrimiento de la mente aberrada era aliviado mediante este proceso. El Dr. Breuer había tropezado con algo extraordinariamente significativo, aunque hasta ahora, su descubrimiento, utilizado en alguna extensión por el psicoanálisis desarrollado por Sigmund Freud, nunca ha sido totalmente explorado en psiquiatría.
El mismo psicoanálisis de Freud falló en no haber desarrollado el siguiente paso, como era el de la elaboración de métodos precisos para ayudar a la gente a señalar los incidentes aberrativos del pasado y descargar el sufrimiento mental, físico y emocional contenidos en esos incidentes. Freud se desvió hacia sus descuidados métodos de “asociaciones libres” con los cuales se hacían muy imprecisos los procesos de recordar.
También sobreestimó los incidentes sexuales.
El avance vital del Dr. Breuer fue poderosamente golpeado por los acontecimientos que estaban sucediendo en la vecina Alemania durante esos días. Estaba emergiendo la “Psiquiatría Científica”.
Uno de los centros más antiguos de “psiquiatría científica” funcionó en Leipzig,
Alemania. Allí, un hombre llamado Wilhelm Wundt, (1832-1920), estableció el primer laboratorio psicológico del mundo en el año 1879. Hasta esta fecha, era común que las universidades colocaran el estudio de la psicología en sus departamentos de filosofía debido a la persistente idea y creencia que en la psicología existe un lado espiritual del hombre. Sin embargo, el punto de vista de Wundt era que la psicología pertenecía a un laboratorio biológico.
Para Wundt, los seres humanos son sólo organismos biológicos en los cuales no existe el agregado de las realidades espirituales. Por lo tanto consideró su planteamiento más científico que filosófico.
La teoría de Wundt acerca de la mente era que el pensamiento humano es causado por estímulos que ha recibido el cuerpo y registrado en el pasado. Cuando sucede esta identificación, el cuerpo o el cerebro, mecánicamente crea un acto “voluntario” con el que responde al nuevo estímulo. No hay tal cosa como pensamiento auto-creado o voluntad libre.
Para Wundt y sus seguidores, el hombre sólo era un organismo tipo robot-sofisticado.
Las ideas de Wundt estaban basadas en experimentos realizados en su laboratorio y en otras partes. Algunos de esos experimentos revelaban que uno podía producir las manifestaciones fisiológicas de diferentes emociones, aplicando estímulos eléctricos en diferentes partes del cerebro. Erróneamente, los experimentadores concluyeron que el cerebro en consecuencia, es la fuente de la personalidad, ya que desencadena las emociones físicas de la emoción y el pensamiento. La falsedad de este razonamiento es evidente. La persona que
realiza el experimento está aplicando estimulación externa. En otras palabras, los centros del cerebro no se auto-disparan excepto en un sentido muy limitado. Los experimentos prueban que esto toca algo más, algo externo, para disparar o desencadenar aquellos centros cerebrales. ¿Qué, entonces, disparará aquellos centros cuando el experimentador no está aplicando sus electrodos? Allí debe haber otra fuente externa —un elemento extraño y faltante. Este elemento faltante parece ser la entidad espiritual, la cual produce su propia energía de salida. Aunque Wundt y otros estaban usando experimentos para “probar” una bas puramente biológica para el pensamiento humano, de hecho, los resultados estaban sutilmente apuntando en la dirección opuesta.
Errado o no, el modelo de comportamiento de estímulo-respuesta desarrollado en Leipzig, rápidamente se convirtió en una “nueva ola” dentro de la psiquiatría y recibió considerable apoyo del gobierno alemán. Wundt mismo, desde entonces se convirtió en la figura más influyente de la psiquiatría científica en los siguientes cuarenta años.
El laboratorio de Leipzig atrajo muchos estudiantes de casi todo el mundo, algunos de los cuales llegaron a ser posteriormente famosos personajes de la psiquiatría. Un ejemplo fue un estudiante procedente de Rusia llamado Ivan Petrovich Pavlov (1849-1936), quien ganó fama por sus experimentos con campanas y perros salivantes. El escritor Duane P. Schultz, en su libro: “Una historia de la Psicología Moderna”, resume esto muy bien:
“Por intermedio de esos estudiantes, el laboratorio de Leipzig ejerció una inmensa influencia sobre el desarrollo de la psicología. Sirvió como modelo para muchos nuevos laboratorios que se estaban fundando en la última mitad del siglo XIX. Muchos estudiantes que acudían en masa a Leipzig, unidos como estaban en puntos de vista y propósitos comunes, constituyeron una escuela del pensamiento en psicología.”
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