Adolfo Hitler, por supuesto, fue un hombre pomposo con un bigote estilo brocha que llegó a ser un dictador absoluto en Alemania e instigador de la II Guerra Mundial. Hitler y su entorno se verían cómicos hoy en día sino hubiera sido por su comportamiento lunático tan trágico.
Durante su juventud antes de subir al poder, Hitler vivía en Viena. Un amigo de Hitler durante este período era Walter Johannes Stein. Durante la II Guerra Mundial, el Dr. Stein llegó a ser asesor del Primer Ministro ingles, Sir Winston Churchill. Mucho de lo que el Dr. Stein había dicho acerca de la vida pasada de Hitler, encontró camino en un libro titulado, “La Lanza del Destino”, por Trevor Ravenscroft.
La Lanza del Destino dice que Hitler había sido un devoto del misticismo durante su afligida pobreza en sus días de Viena. Entre 1909 y 1913, cuando Hitler estaba en sus tempranos veintes, estaba plenamente convencido que había logrado: “… los más altos niveles de conciencia mediante drogas…(Hitler) hizo un penetrante estudio del ocultismo medieval y su ritual mágico, discutiendo con él (Stein) la extensión completa de la lectura política, histórica y filosófica a través de la cual formuló lo que fue más tarde el Weltanshauung Nazi (un concepto especial de la historia humana).
En su autobiografía, Mein Kampf (“Mi Lucha”), Hitler afirmó la importancia de este período en la formación de sus ideas.
Hitler no desarrolló su ideologías en el vacío. Uno de su más influyente mentor fue el propietario de una librería vienesa llamado Ernst Pretzsche. El Dr. Stein describe a Pretzsche como un hombre de aspecto maligno con apariencia de sapo. Pretzsche era devoto del misticismo germánico que predicaba la Venida de la super-raza aria. Hitler frecuentaba el negocio de Pretzsche y empeñaba libros cuando necesitaba dinero. Durante aquellas visitas, Pretzsche adoctrinaba a Hitler en misticismo germánico y con esto estimulaba a Hitler en el uso de drogas alucinógenas como instrumento para lograr la iluminación mística.
Cuando esto se producía, Pretzsche era socio de un hombre llamado Guido von List. Este era miembro fundador y figura dirigente de una logia oculta, la cual usaba en sus rituales una esvástica en lugar de una cruz. Antes de caer en desgracia y forzado a abandonar Viena, von List había ganado una gran audiencia por sus escritos místicos alemanes. Hitler se convirtió en miembro de esta audiencia por intermedio de Pretzsche.
Antes, en el cuarto de su hotelucho vienés, el joven Hitler ávidamente se consumía e impregnaba por medio de exposiciones de libros y panfletos, en el destino místico de Alemania y la llegada de la super-raza aria. De aduerdo a algunos de aquellos folletos, los Arios fueron creados por una “super-raza” extra-terrestre de gigantes. Hitler se convirtió en un ferviente creyente de aquellas ideas mientras vendía acuarelas en la calle para soportar su magra existencia, y para pagar por su iluminación inducida con drogas.
La noción de que Hitler era un “drogómano” en su juventud buscando la iluminación mística mediante químicos no sería sorprendente. Las drogas fueron un factor mayor en la conformación de la personalidad de Hitler. Este permaneció como consumidor de poderosos narcóticos durante toda su vida. De acuerdo a los diarios del médico personal de Hitler, Dr. Theodore Morell, los cuales figuran en el Archivo Nacional de los Estados Unidos, el dictador alemán fue reiteradamente inyectado con varios calmantes, sedantes, estricnina, cocaina, un derivado de la morfina y otras drogas durante los cuatro años completos de la II Guerra Mundial.
La filosofía mística tan ansiosamente adoptada por el joven Hitler fue la misma que había ya afectado profundamente al Kaiser y otros líderes alemanes. En efecto, Houston Steward Chamberlain, el místico que había influenciado tanto al Kaiser, añós más tarde declaró a Hitler el profetizado Mesías Alemán. El 25 de Septiembre de 1925, el diario nazi “Volkischer Beobachter” celebró el setenta aniversario de Chamberlain y declaró a su obra “Las Fundaciones del Siglo XX”, como el evangelio del movimiento nazi. Como recordamos, el Kaiser consideraba al mismo libro como un enviado de Dios.
La carrera política de Hitler comienza como soldado alemán durante la I Guerra Mundial. Cuando estalló esta guerra, Hitler se alistó. El seguía muy involucrado en el destino místico de Alemania y continuó reflexionando sobre la cuestión aria mientras luchaba en los campos de batalla. Esto lo hizo muy antipático a sus compañeros soldados quienes siempre estaban más interesados en la comida, mujeres, permisos y en el final de la guerra que todos detestaban. Por el contrario, Hitler floreció en el ambiente demoledor de la guerra y se distinguió como soldado. Ganó la más alta condecoración que un soldado de su rango (Caporal) pudiera obtener: la Cruz de Hierro en su Primera Clase.
Casi dos meses después de haber sido condecorado con la Cruz de Hierro, Hitler fue cegado por gas de mostaza durante una batalla. Fue llevado al hospital militar de Pasewalk en el Norte de Alemania donde fue erroneamente diagnosticado como si sufriera de “histeria psicopática”, —los síntomas fueron causados probablemente por el gas mostaza. En consecuencia, Hitler fue puesto al cuidado de un psiquiatra, el Dr. Edmund Forster.
Exactamente qué le hicieron a Hitler mientras estaba bajo el cuidado del Dr. Forster se desconoce, debido a que años más tarde, en 1933, la policía secreta de Hitler, la Gestapo, reunió todos los archivos psiquiátricos relacionados con el tratamiento de Hitler y los destruyeron. El Dr. Forster “cometió suicidio” ese mismo año.
El misterio de lo que hicieron a Hitler en Pasewalk se profundiza más por las declaraciones del mismo Hitler. De acuerdo a Hitler, mientras estaba en el hospital experimentó una “visión” de “otro mundo”. En esta visión, Hitler habló de la necesidad que tenía de recuperar su vista para poder llevar de nuevo a la gloria a Alemania. El latente anti-semitismo de Hitler que ya había sido sembrado por sus lecturas místicas en Viena, emergió en Pasawalk.
¿Qué sucedió en ese hospital?
En una perspicaz pieza de trabajo de detective publicada en la revista “Historia de Infancia Trimestral”, el psico-historiador Dr. Rudolph Binion sugiere que las visiones de Hitler pueden haber sido inducidas por el psiquiatra Edmund Forster, como un medio para ayudar a Hitler a recuperarse de la ceguera. Las creencias místicas de Hitler eran bien conocidas y pudieron realmente surgir en sus entrevistas psiquiátricas. Cita el Dr. Binion un libro terminado en 1939, titulado “Der Argenzeuge”, donde el autor relata una historia sutilmente ficticia acerca de un hombre: AH, quien es internado en el hospital Pasewalk para cuidados psiquiátricos. AH declara que ha sido afectado por gas mostaza. En Paswalk, el psiquiatra en el cargo, deliberadamente induce ideas visionarias en la mente del histérico AH, con el fin de efectuar la curación. La “curación milagrosa” tiene éxito y años más tarde en el verano de 1933, el psiquiatra intenta enviar el archivo del tratamiento al exterior para mantenerlo fuera de las manos de la Gestapo. En su artículo, el Dr. Binion afirma que el psiquiatra de Hitler, Edmund Forster, había estado en el exterior, en París, en ese verano y supone el Dr. Binion que Forster puede haber revelado el caso del tratamiento de Hitler a alguien en esta oportunidad y el resultado fue el libro Der Augenzeuge. Forster también puede haber sido la persona que reveló que otros dos nazis de muy alto rango, Bernhard Rust (Ministro de Educación Prusiano) y hermano de Herman Goering, tenían historias médicas de problemas mentales severos.
Rust fue un psicópata certificado y Goering fue un antiguo adicto a la morfina.
Después de la salida de Hitler de Pasewalk en Noviembre de 1918, viajó directamente a Munich. Se quedó en el ejército y en Abril de 1919 le asignaron tareas de espionaje.
Acababa de suceder una revolución comunista en el Sur de alemania y se habían declarado en república soviética una vez que colapsó el gobierno regional. Hitler fue uno de los soldados espías seleccionado para circular dentro y penetrar a los soldados pro-comunista en Munich, y lograr identificar a sus líderes. Cuando se movió una fuerza militar de la República Alemana desde Berlín y aplastó la rebelión, Hitler caminó entre las filas de los soldados capturados y señaló a los cabecillas. Los soldados alemanes que fueron identificados por Hitler se les sacó aparte para su inmediata ejecución sin juicio. Hitler observaba cómo muchas de sus víctimas eran colocados delante del paredón y fusilados.
El comportamiento estelar de Hitler en Munich le valió el ascenso. Fue asignado para el altamente secreto Departamento Político del Distrito Comando del Ejército.
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