La propuesta de Fidel fue rechazada por Betancourt alegando que él tenía en La Habana su propio guardaespaldas venezolano. Cuando Betancourt llegó a la presidencia en 1959, CAP incluyo a Ortiz Fáez en la guardia personal de Rómulo. Poco después, Betancourt ordeno su remplazo y el guardia pasó a la Digepol. Luego hizo negocios con el gobierno, instalo una clínica veterinaria y aún vive en Caracas aunque sufre de Alzheimer.
Carlos Andrés Pérez si acepto el ofrecimiento de Fidel en La Habana y, a partir de ese momento, Orlando García se convirtió en la sombra de CAP hasta su muerte. García llegó a ser jefe de seguridad de CAP durante sus dos periodos presidenciales y fue alto jefe de la Digepol (la policía política venezolana). Por esta vía Fidel estaba informado sobre los acontecimientos políticos en Venezuela. García estuvo al lado de CAP durante seis años en Costa Rica y luego acompañó a Pérez hacia Venezuela.
Seguramente Betancourt, Gallegos y CAP hablaron en La Habana sobre este extraño joven cubano. A Betancourt le causaba rechazo, A Gallegos le infundía temor y a CAP le encantaba. En 1952, el derrocamiento de Prío Socarras a manos de Batista obligo a los venezolanos a huir y Fidel perdió contacto con Betancourt. Con el triunfo de Batista en Cuba la derecha militar, apoyada por los norteamericanos, había tomado la América hispana.
El golpe dado por Batista en marzo de 1952 truncó la carrera política convencional de Fidel lanzándolo a la vorágine de la revolución. Ahora podía dedicar su energía a los preparativos para la tarea a la que estaba “predestinado”. De ahora en adelante se dedicaría en cuerpo y alma a afinar el plan que lo llevaría al poder y la gloria.
Ahora en la clandestinidad, Fidel tenía tiempo para fantasear y acariciar sus sueños. Como hombre violento acostumbrado a las armas, el uso de la fuerza le parecía inevitable y necesario. Comandar una base guerrillera en la Sierra Maestra le brindaría la oportunidad de cubrirse de gloria.
El 26 de julio de 1953, Fidel a la cabeza de un grupo de 125 individuos mal armados y peor entrenados intentó capturar el cuartel Moncada. El objetivo consistía en apoderarse del arsenal almacenado en el lugar, que incluía más de 3 mil fusiles y un número indeterminado de morteros, ametralladoras y granadas de mano. El asalto fue mal concebido y peor ejecutado. Uno de los mayores errores fue permitir que Fidel condujera uno de los vehículos utilizados en ese ataque. Pese a su chambonada, tuvo suerte al salir con vida, pero gracias a su acción suicida su popularidad se había extendido a toda la isla. Había sido derrotado, pero su gesto de rebeldía lo había hecho una figura nacional.
Fidel cae prisionero y es condenado en un juicio en el cual ejerció su propia defensa. Este alegato racionalizó en términos grandilocuentes sus razones para escoger la lucha armada. En cierto modo ese documento titulado “La historia me absolverá” es el equivalente del Mein Kampf, de Hitler. En él, Fidel describe las condiciones objetivas que lo llevaron a tomar las armas. La pobreza, corrupción, desigualdad y dictadura en Cuba fueron las causas que lo aguijonearon.
Este juicio fue la plataforma que finalmente le permitió hacerse famoso en Cuba. Su frase “La historia me absolverá”, reminiscencia de una frase pronunciada por Hitler, quedó grabada en la mente de los cubanos. Supo capitalizar su notoriedad fundando un movimiento clandestino de carácter nacional al que llamó Movimiento 26 de julio (M26)
Como consecuencia del juicio hecho a Fidel, le fue aplicada una pena de 15 años de prisión. Tras veintidós meses de presidio fue amnistiado en mayo de 1955.
Treinta años después el ubicuo Grobart aparecía de nuevo involucrado con el Movimiento 26 de julio en Cuba y con el Partido Comunista de Venezuela. Su permanencia en la cúpula comunista regional se debió a su habilidad y a que el objetivo de la URSS seguía siendo el mismo: tomar Cuba y Venezuela a mediano o largo plazo.
El líder soviético Khrushchev, al no poder expandir el comunismo en Europa Occidental contrarestado por la aplicación del “Plan Marshall” desplazó la política expansionista hacia los países subdesarrollados incluyendo Latinoamérica. La idea básica seguía igual: derrocar a los Gobiernos burgueses del tercer mundo e imponer en ellos Gobiernos comunistas.
Dentro de ese escenario convulso aparece en Hispanoamérica una nueva generación de líderes decididos a derrocar a los dictadores de derecha e imponer una revolución de izquierda por medio de la violencia armada. Entre ellos figuran Fidel Castro en Cuba, Douglas Bravo y Fabricio Ojeda en Venezuela.
A fines de abril de 1955, Fidel junto con los demás indiciados en el asalto al Cuartel Moncada fue amnistiado por el gobierno de Batista. Cuando abandonó la cárcel era un hombre diferente al joven abogado recién graduado que había asaltado el cuartel. Estaba convencido de que para lograr sus metas debía organizar una herramienta política que obedeciera ciegamente sus instrucciones y una operación de guerrillas contra Batista. La respuesta fue el M26.
Dándose cuenta ya fuera de la cárcel que en Cuba no podía desarrollar sus planes en secreto por la extrema vigilancia del gobierno de Batista, consideró necesario marchar a México para organizar su invasión. Antes de viajar, Grobart le recomendó que reclutará a Luis Buch que sería de gran ayuda para el M26. El hecho de que había sido lugarteniente de su ídolo Guiteras le interesó. Esta recomendación motivo a Fidel a conocerlo antes de partir hacia México. Al hacerlo quedó muy bien impresionado. Cuando Castro abordó el avión, Buch se había convertido en uno de los principales operadores de Fidel en Cuba, siendo a la vez el infiltrado soviético fundamental en el movimiento M26.
Fidel, para no depender originalmente de la URSS tuvo que asegurar los recursos necesarios con sus principales patrocinadores: el expresidente Prío Socarrás, el excanciller Sánchez Arango, mas los donantes captados por Luis Buch y mediante colectas públicas, Fidel pudo abocarse a la organización y entrenamiento de su pequeña fuerza. El núcleo inicial de sus tropas se formó alrededor de su hermano Raúl, que había llegado un mes antes a México y Ñico López, quien había reclutado al “che” Guevara en Guatemala en 1954.
El “che” Guevara, luego de graduarse de médico en Argentina en 1953, había salido en un segundo peregrinaje en moto por Sudamérica. En su vagabundeo sobre dos ruedas trató de conseguir visa para Venezuela, pero le fue negada. Este desaire no le importó mucho porque ya había estado en ese país en su primer viaje. En esta oportunidad su curiosidad había sido picada por Guatemala, donde se estaba realizando un experimento revolucionario que lo atraía.
El “che” para entonces ya estaba contagiado por el marxismo, decide acompañar a unos amigos comunistas en Guatemala, pero en el viaje hace escala en Costa Rica, y el “che” decide solicitar una entrevista con Betancourt quien para ese entonces estaba asilado en ese país. En su diario describe a Betancourt como un político con algunas ideas sociales, pero que está fuertemente con los Estados Unidos. En Guatemala conoce un grupo de exiliados cubanos veteranos del Cuartel Moncada, uno de ellos, llamado Ñico López, que es quien le pone el apodo del “che” y es quien le habla de Fidel.
Para Fidel la aparición del “che” fue una bendición, porque necesitaba un medico para la expedición. El argentino además se convirtió en el ideólogo de la invasión.
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